viernes, 13 de junio de 2008

¿EVALUAR O HACER EXÁMENES?

Con mucha frecuencia se escucha a los docentes de los distintos niveles del sistema educativo hablar de evaluación como sinónimo de examen. Esta es una confusión que data desde hace mucho tiempo sin que hasta la fecha se haya logrado superar, es más se le asocia como sinónimo de calidad y eficiencia de la educación. Es decir, que la calidad se mide por la cantidad de exámenes que los alumnas y alumnos realicen; esto queda mejor evidenciado con el Ministerio de Educación, en donde para todo hay que realizar pruebas objetivas, así los docentes para pasar a un nivel determinado tienen que someterse a una prueba, los bachilleres tienen que someterse a otra y los estudiantes de profesorado a otra. Es en realidad una interminable cadena de pruebas; supuestamente para “mejorar la calidad de la educación”.
Ahora bien, si nos trasladamos al nivel de educación superior nos encontramos casi con el mismo fenómeno, las autoridades de cada Facultad están interesados en realizar cada vez más exámenes, laboratorios, actividades extraclase con la finalidad de mejorar la calidad de la educación.
Pero es duramente censurado aquel o aquellos docentes que no se apeguen a esos lineamientos, pues se le considera que está atentando contra la calidad de la educación. De igual manera, se cuestiona solapadamente aquellos docentes que no tienen como criterios para promover al alumno el examen. Pues para ser buen docente hay que ser como dicen en el caló salvadoreño “yuca” ser poco comunicativa con el alumno, lograr que el estudiante le tenga miedo para que en última instancia el docente imponga su santa voluntad.
Esta situación la padecen miles de estudiantes que cada ciclo tienen que lidiar con esta problemática la que a todas luces parece normal. No obstante, detrás de toda esa problemática se esconde una concepción anacrónica y política de la educación y de la evaluación; que es necesario superarla en el menor tiempo posible. Porque por muy critica que pretendamos hacer muchas veces la clase, por muy excelente discurso del profesor y por muy profundo que sea su análisis no pasará de ser un discurso para la dominación y alienación de los educandos. Pues educar es muy diferente a informar, a transmitir conocimientos; educar es desarrollar potencialidades que vienen con el sujeto no es llenarlo de información para que la repita, educar es mostrarle un camino lógico, racional basado en la ciencia y la experiencia. Por esa razón la evaluación debe de ir en busca de explorar lo más que se pueda esa capacidad de raciocinio que es natural de los hombres. De allí que los instrumentos de que hagamos uso para evaluar a los educandos no deben ser los más fáciles de calificar (pruebas objetivas) sino aquellos que nos permitan a ciencia cierta verificar que el alumno o la alumna ha comprendido. La educación al igual que la evaluación tiene que estar arraigada en una concepción del mundo de la sociedad y de la vida, pues sólo así podemos caminar con paso firme hacia el perfil de hombre que deseamos formar, para que sociedad, que tipo de valores debemos inculcar para superar el hombre alienado y confundido que hoy se tiene. Un hombre que supere la tentación del consumismo y se ajuste a vivir una vida con dignidad, es decir, que viva la vida como hombre.
En este sentido la Universidad debe abandonar la concepción estrecha y alienante de la educación como de evaluación pues en la medida en que nos mantengamos sobre la base de la concepción pragmática utilitaria de la evaluación y educación en esa misma medida nos volvemos cómplices por mantener las estructuras de dominación injustas.
Para nadie es un secreto que el aprendizaje en la Universidad es un proceso de repetición constante de conceptos, teorías que están plasmados en los libros, que por lo visto han sido el resultado de investigaciones en otros contextos, por lo tanto, los exámenes se concretarán a repetir lo estudiado. De ahí que el único incentivo que tiene el educando es memorizar y vomitar una gran cantidad de datos que fueron entregados por algún sesudo docente.
Esta situación es la constante que se observa en todas las Facultades de la Universidad de El Salvador. Lo grave de esta problemática es que al educando lo atiborran de información y de exámenes que no le dejan espacio más que para memorizar.
El debate, la discusión, el análisis de la realidad nacional e internacional está ausente dentro de esta lógica. Esta situación lleva al estudiante a un proceso lento pero seguro de deshumanización y de alienación, entonces la educación se transforma en el instrumento de dominación porque el educando no logra salir de su estado de esclavitud en el que se encuentra. Por otro lado, la Universidad pierde su verdadera función de ser forjadora de conciencia crítica de sus profesionales. Es obvio que no se puede generalizar y decir, que todos los docentes se concretan a eso pero sí es un alto porcentaje de docentes que piensan que sí un alumno no le escribió el concepto que preguntaba en el examen tal como está escrito en el libro ese punto está malo. ¿A qué se debe esta practica pedagógica de los docentes de la Universidad? Probablemente se debe a la falta de formación pedagógica y didáctica. Lo cual nos lleva ignorar el verdadero significado del concepto evaluar. Por esa razón en este breve documento me propongo deslindar lo que es evaluar y lo que no es evaluar.
Por ejemplo, según Cayetano Estévez Solano, hacer exámenes, laboratorios, trabajos exaubla, esto no es evaluar, esto en el mejor de los casos es cuantificar el cúmulo de conocimientos que los educandos han adquirido o sí se han logrado los objetivos propuestos por el docente. Pero de eso a decir que se ha evaluado hay mucha distancia. Por otra parte, evaluar no es calificar el comportamiento, los conocimientos, las destrezas adquiridas por el estudiante, ya que resulta muy difícil medirlos de manera objetiva por las respuestas que ellos les proporcionan al docente en una prueba escrita. Este afán por conseguir una buena calificación es la que ha llevado a los estudiantes a desarrollar cierta desidia por el estudio y pasar el nivel ya sea copiando o haciendo trampa con lo cual evade la responsabilidad por el aprendizaje.
En esta misma dirección, Estévez, sostiene que la evaluación no es un examen o prueba a la que el alumno se aproxima con miedo y temor al término de un periodo o semestre. La práctica tradicional en la educación ha reducido la evaluación a un examen riguroso, no por su exigencia científica sino por lo complicado de pasarlo. El miedo, con el cual llega el examinado a estas pruebas, bloquea su cerebro y capacidad de recordar, en vez de estimular el análisis y búsqueda de soluciones.

El fin del estudiante en estos casos es pasar como sea y se olvida por completo que la cuestión es formarse, afianzar conocimientos. El examen pasa a ser una prueba que exige una repetición mecánica y no una reflexión crítica sobre lo estudiado. En el aula se teje una comedia farsante en que el maestro asume el papel de policía y los estudiantes que buscan eludir la vigilancia y ser descubiertos en su trampa. La más grave consecuencia de la evaluación reducida a un examen en que se buscan buenas notas. . . es que ha degradado y corrompido el acto de aprendizaje. (Holt, John. El fracaso de la escuela. Citado por Cayetano Estévez Solano, en la evaluación integral por procesos. P. 15)


En esta misma dirección Estévez, sostiene que:

La evaluación no es una medición de conocimientos adquiridos u objetivos alcanzados, ya que no tiene sentido rechazar a quienes no logren en la proporción requerida como mínimo. Hay que superar las barreras que menoscaban el ritmo personal del rendimiento de un educando, su autoestima y motivación. Su derecho a educarse integralmente no puede truncarse porque no alcanzó determinada nota o medición o el promedio para pasar. Esto es mucho más grave, cuando no lograr esta medición mínima es sinónimo de fracaso y derrota que conducen a la apatía, al descuido y falta de interés en el desarrollo de las actividades escolares. (Cayetano Estévez op cit. P. 15).



Sí lo planteado hasta aquí no es evaluación entonces ¿Qué es la evaluación?
Cuando el docente verifica el rendimiento de sus alumnos y alumnas en torno a la realización de un examen, una actividad extraclase, el desarrollo de habilidades verifica el logro de los objetivos está evaluando, pero esto no tiene la finalidad de poner una nota sino observar y analizar como avanzan los procesos de aprendizaje y de formación de los educandos. “El fin de la evaluación como parte de lo educativo es propiciar la formación integral y no exclusivamente calificar. Lo importante no es que nota se obtuvo o cuanto se sacó sino qué se logró y cuánto aprendió” (Ibid. P.16).
Entiéndase bien que no estoy diciendo que no hay que hacer exámenes lo que aquí se está cuestionando es que la finalidad de los exámenes y demás actividades no debe ser la poner calificación alguna sino valorar el proceso. La evaluación debe ser un instrumento que le permita al docente y al estudiante hacer una valoración de los factores que han determinado el éxito o el fracaso. Así como identificar esos factores que están entorpeciendo el proceso. Por ejemplo, qué docente reflexiona sí su metodología no es la mejor, sí su relación con el estudiante es buena o mala. ¿Cuando los docentes hacemos las valoraciones pertinentes después de obtener las calificaciones de los estudiantes? ¿Cuál es la confianza que le brindamos al estudiante para tener una mejor comunicación? ¿Qué sabemos de los problemas de los estudiantes sobre todo cuando la mayoría son adolescentes?
Entonces la evaluación es una reflexión que nos pone en consonancia sobre los factores o causas que determinan un resultado positivo o negativo. El propósito de la evaluación sostiene Estévez no es identificar a los que tuvieron éxito o quienes perdieron o fracasaron, sino orientar el trabajo de unos y otros. Por eso el análisis debe ser individual y grupal.
Por su parte, Hugo cerda Gutiérrez, nos plantea que la evaluación tiene como finalidad la mejora de la práctica educativa y no se puede convertir en una amenaza o en un castigo, en un ajuste de cuentas o simplemente en una herramienta coercitiva para descalificar un grupo de estudiantes. (Hugo Cerda Gutiérrez. La evaluación como experiencia total. P. 45). Además, este mismo autor nos coloca en la perspectiva de que el maestro debe saber qué sentido tiene la evaluación, al servicio de quién se va a poner, en qué condiciones se va a realizar, quién va a leer los informes, etc. No hay que olvidar que lo que se evalúa es hecho educativo y no se puede convertir en una herramienta de dominación y de poder al servicio de intereses particulares.

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