miércoles, 11 de junio de 2008

APROXIMACIÓN A LA DOCENCIA UNIVERSITARIA

Siempre he considerado que educar es algo más que transmitir un cúmulo de conocimientos a las nuevas generaciones. Educar es más trascendente que informar, educar es para mí sacar de lo más hondo de su interior las virtudes que subyacen en cada individuo y transformarlo en un verdadero hombre en el sentido amplio del término.
Pero para lograr dicho cometido es necesario establecer una relación de amor, comprensión y tolerancia. Implica aceptar al educando tal y como es, es ayudarle para que logre descubrir y descubrirse asimismo, es despertarle su mundo interior para que pueda con inteligencia comprender el entorno donde él vive.
Como sostiene Freire, en su libro titulado cartas a quién pretende enseñar “la tarea de enseñar es una tarea profesional que exige amorosidad, creatividad, competencia científica, pero rechaza la estrechez cientificista, que exige la capacidad de luchar por la libertad sin la cual la propia tarea perece.” (Paulo Freire. Cartas a quién pretende enseñar. P. 9).
Pero hay que destacar también que la finalidad intrínseca de la educación es enseñar a pensar, es decir, con rigor lógico, pues como sabemos todos pensamos independientemente de cual sea el nivel académico sin embargo pensar científicamente es un proceso que debe iniciarse en los primeros niveles escolares y continuar en la Universidad.
Este es uno de los aspectos en que debe estar centrada la preocupación de la Universidad, pues la institución llamada a preparar a los entes pensantes que a futuro habrán de asumir la responsabilidad de conducir los destinos de la sociedad y evitar que la sociedad caiga en manos de personas irresponsables y legas en materia de educación.
Pues como bien lo expresó hace muchos años el Rector de la Universidad de El Salvador, Serbelio Navarrete, en una conferencia que brindó el 15 de febrero de 1934. En esa oportunidad manifestó que:

“la Universidad es, ante todo, el superior plantel educativo de la nación. Su misión no es solamente hacer médicos e ingenieros, farmacéuticos, dentistas y abogados; no solamente garantizar la competencia y honestidad de quienes se dedican al ejercicio de esas profesiones. Su más importante misión es dar a la patria hombres cultos en la genuina significación del vocablo: hombres de verdadera cultura moral e intelectual que irán a formar en primera fila entre las clases directoras y deberán poner el caudal de sus conocimientos especialmente al servicio del pueblo. (Serbelio Navarrete. En los jardines de academo. Ps. 23 -24).

En consecuencia la Universidad debe ser el crisol donde se templan los mejores hombres con los pensamientos más nobles que habrán de enaltecer la cultura de la sociedad.
De igual manera, la Universidad tiene que ser la institución por excelencia la defensora de la vida y la justicia dado que estos son valores universales los cuales están estrechamente ligados a la formación democrática que en ella debe imperar.
No obstante, su defensa la tiene que hacer tomando como fundamento: la Ciencia, la razón y la cultura. Como expresión genuina de su razón de ser.
Sin embargo, pensar esta Universidad en estos términos significa al mismo tiempo preguntarnos ¿De qué Universidad hablamos? Lo que nos lleva sin duda alguna ha plantearnos la necesidad de historizar la Universidad es decir, ajustar su concepto al momento histórico que vive la sociedad en general y en particular.
No cabe duda que la sociedad está pasando por un proceso de metamorfosis y por ende la Universidad es expresión de ella; lo cual no significa seguir los mismos derroteros de la sociedad, de manera dócil, obediente y sometida a los designios de las clases dominantes. Hacerlo sería negar su razón de ser. Es decir, dejar de ser la conciencia critica de la sociedad.
Empero, tampoco se puede caer en el paradigma de que a todo hay que decirle no, porque, del mismo modo se pondría en entre dicho su criticidad. Se caería en el dogmatismo que es peor o igual que trasformar la Universidad en simple apéndice del poder económico.
La Universidad para que pueda cumplir hoy con su misión debe ser más crítica que antes, más tolerante y más inteligente lo que no significa convertirse en un instrumento de alienación y dominación de clase.
El vertiginoso desarrollo de la Ciencia y la tecnología le están planteando un reto, a la Universidad para que echando mano de toda la inteligencia que ella posee de una respuesta contundente a dicho desafío.
Cuando se plantea el desafío que tiene la Universidad es porque cada día los recursos tecnológicos están tecnocratizando la institución, lo que hace que ella (La Universidad) se aleje cada vez más de las necesidades de la sociedad y responda a las leyes del mercado.
En consecuencia, una vez la Universidad atrapada por ese paradigma tecnocratico abandona su verdadera esencia y se adhiere a la lógica del mercado como cualquier otra institución privada, en la que sólo impera la obtención de ganancia. Además, pierde su carácter humanista que históricamente le caracterizado.
Los procesos sociales que hoy se están viviendo son mucho más complejos que los que vivimos cuando éramos estudiantes, por ejemplo, cuando muchos de nosotros ingresamos a la Universidad teníamos bien claro cual era nuestra meta y nos centrábamos en ella, sin embargo, el joven de hoy además, de que la mayoría ingresa demasiado inmaduro psicológicamente hablando, pues son victimas de una sociedad consumista, alienada e inmediatista que le presenta la realidad de manera ficticia en la que cavilan sus inquietudes y sus sueños pero sin la posibilidad de alcanzarlos.
Ante esta realidad se hace necesario reorientar la práctica docente de manera que, que los docentes coadyuven a orientar a los estudiantes de tal manera que les permita incorporarse adecuadamente al proceso formativo que la Universidad exige como institución de Educación Superior. De igual manera, es necesario que los docentes hagan un uso correcto de la tecnología para encausar el proceso enseñanza aprendizaje. Y no asuman la creencia de que entre mayores recursos tecnológicos utilicemos en nuestras clases la educación es de calidad.
Lo anterior implica una mejor preparación pedagógica y didáctica de todos los docentes independientemente cual sea la disciplina que ejerce y cual sea el dominio que él tenga de la misma. En este sentido Amparo Ruiz del Castillo, puntualiza muy bien el hecho de que “no basta con aspirar a una formación académica de gran calidad para conseguir tal objetivo sí se descuida el aspecto didáctico en la formación de los profesores. Tampoco es suficiente impulsar los estudios de posgrado para considerarlos como punto de referencia o sinónimo de calidad” (Amparo Ruiz del Castillo y Raúl Rojas Soriano. Vínculo docencia – investigación. P. 19)
En este mismo orden otros teóricos de la educación sostienen que” saber la materia que se va a impartir, sí bien es absolutamente necesario, no es condición suficiente para lograr el aprendizaje del alumnado” (Fernando Hernández y Juana María Sancho. Para enseñar no basta con saber la asignatura. P. 25)
Esto no viene a confirmar la necesidad de la formación didáctico – pedagógica para mejorar la calidad de la enseñanza y no como nos quiere vender la idea los promotores del neoliberalismo. En la que se hace énfasis de manera burda la aplicación de la informática para decir que la educación es de calidad. Olvidando que la tecnología solamente es un soporte audiovisual para hacer más dinámica la clase pero jamás la clave para superar la crisis de la educación.
Pero quiero además, destacar algunos aspectos que vengo detectando desde hace algunos años, lo he vivido en seminarios, talleres, capacitaciones y discursos populistas. Hay algo en lo que todos los docentes coinciden es
“la necesidad del cambio” y todos reniegan a cada instante de que las cosas no cambian como sí el cambio va a surgir de un mecía que por arte de magia nos va resolver los problemas.
Por otro lado, cuando ha pasado la euforia de la actividad, todos los docentes con raras excepciones mejoran la práctica Pedagógica en el aula. No obstante, la mayoría continúa haciendo lo mismo. Tratando al estudiante como sí este fuera su hijo de dominio, en la que la única palabra que vale es la que sale de sus labios, se impone de ese modo” la cultura del silencio en la que el mejor docente es aquel que mantiene callados a los alumnos y alumnas. Ellos hablan cuando el maestro les da permiso, hacerlo antes es someterse a las consecuencias de un acto disciplinario” (Internet http: //Diana Gómez, “el niño y la dictadura del silencio. P.1).
Hay que destacar que lo planteado anteriormente es válido para todos los niveles educativos incluyendo la Universidad. Con raras excepciones desde luego.
En contra de este tipo de prácticas pedagógicas “Daisaku Ikeda, se pronuncia señalando que:
“los maestros deberían descender del trono en el que se han encaramado, como si fuesen objetos de culto, para actuar como servidores públicos
” ( Daisaku Ikeda. El nuevo humanismo. 87.) o como Franz Kafka caracteriza a la Universidad “como una institución de burócratas mediocres y vanidosos” (Franz Kafka citado por Heinz Dieterich en Identidad Nacional y Globalización. P. 10.
No cabe ninguna duda de que los docentes debemos de actuar con mucha humildad hacia el alumno y con todas las personas con las que nos relacionamos pues el buen sentido de la palabra somos eso. Servidores públicos.
Ahora bien, debemos preguntarnos los docentes ¿Por dónde debe empezar el cambio? ¿Por los alumnos y alumnas? ¿Por los Docentes? ¿Por las autoridades?
Es obvio si realmente queremos que la Universidad cambie debemos empezar por nosotros mismos, debemos de cambiar de actitud aun que estoy consciente que no solamente es un problema de actitud pero sí es el primer paso para romper con un paradigma obsoleto que subyace en nuestra sociedad.
No puede haber desarrollo del pensamiento critico donde no se cultiva el dialogo, la discusión, el debate de las ideas y la argumentación científica. Entonces pensar una Universidad crítica pasa por romper las cadenas del autoritarismo que mantienen aún muchos docentes que se creen los dueños absolutos del conocimiento.
Pero ¿Cuál es el significado con el que históricamente siempre se ha reconocido a la Universidad? Revisemos algunos conceptos que nos proporciona Carlos de la Isla en su artículo la Universidad: Conciencia crítica. Dentro de las definiciones se destacan las siguientes:
“la Universidad es la comunidad de estudiantes y profesores que se reúnen para pensar” (Cardenal Newman).
“la Universidad está hecha para hombres capaces de dudar” (Jean Paúl Sastre).
la Universidad es el espacio recogido para meditar los problemas intelectuales del mundo” (Robert Hutchins).
Como puede verse todos coinciden en que la Universidad es el sitio por excelencia para que juntos estudiantes y docentes mediten piensen y tomen acciones concretas para contribuir a la transformación de la sociedad.
Sin embargo, ¿Cuánto meditamos, pensamos y reflexionamos con los estudiantes?
Pero hay un atributo que nos puede definir sin andar con tanta vuelta, y que no contradice en nada las definiciones anteriores. La Universidad es conciencia crítica de la sociedad y como tal no podemos ni debemos reducirla al pensamiento único como pretende la pedagogía neoliberal.
Según Carlos de la Isla, “la conciencia critica de la Universidad significa que su misión es pensar (la investigación no es otra cosa que pensar el mundo y a nosotros en el mundo), enseñar a pensar (y esta es la esencia de la educación universitaria), transmitir y acrecentar la el pensamiento (en esto consiste la extensión de la cultura.
La Universidad como conciencia crítica de la sociedad debe conocer la realidad social en su totalidad, ésta es la materia de su pensamiento; pero esta acción reflexiva sobre la sociedad no termina en el pensamiento, ha de juzgarla y con actitud critica, denunciar, anunciar, inventar”. La Universidad no se puede entonces concebir como una institución doméstica al servicio de las leyes del mercado ni mucho menos para hacerle proselitismo político a partido alguno.
La Universidad debe ser libre, porque sólo siendo libre puede asumir una posición critica ante las injusticias, arbitrariedades y desmanes de los gobiernos que llegan a dirigir a la sociedad.
“Por otra parte, se ha dicho con coherencia que para que el hombre disfrute el tiempo libre debe él mismo ser libre. No cabe la esquizofrenia del hombre enajenado en el trabajo y libre en los tiempos y espacios aledaños al trabajo. El mismo planteamiento es válido para la Universidad; sí ha de educar en la libertad y para la libertad debe ser ella misma libre. A sí el compromiso ineludible de la Universidad es ser conciencia critica de la sociedad y por tanto, elucidante y liberadora. Por eso, la Universidad traiciona su compromiso social cuando deja de ser el baluarte en contra de la dominación y termina ella misma dominada y aún dominadora. Esto sucede cuando, de conciencia crítica de la sociedad, de inteligencia lúcida que analiza, cuestiona, denuncia y anuncia se convierte en apéndice del sistema. Lo que resulta más grave cuando el sistema enferma. La dictadura más implacable es la del pensamiento, y la Universidad hace este papel de dictadora en forma totalitaria cuando dicta impone las ideas, lo que equivale a la dictadura de la existencia (http: //. Carlos de la Isla. Responsabilidad social de la Universidad. P. 2)

No cabe la menor duda de que los docentes ya no podemos ni debemos continuar dictando clases desarrollando los paquetes que ya vienen hechos o están hechos pero que ya no responden a la realidad nuestra.
Es menester abandonar las prácticas pedagógicas verticales, unilaterales y memorísticas que lo único que producen son alumnos dóciles, sumisos y repetidoras, que son el vivo ejemplo del dictador. La Universidad que queremos y por la que debemos luchar no es esa, pero tampoco es la Universidad don reine la anarquía, sino una Universidad que su esencia sea enseñar a pensar y su función sea estar al servicio de la sociedad no al servicio de los intereses del mercado.

¿QUÉ SIGNIFICA SER DOCENTE?
Según el origen etimológico del término docencia se deriva del latín enseñar, trasmitir conocimientos, formar, educar. La docencia es un proceso que incluye a dos sujetos, uno que enseña y otro que aprende, pero de lo anterior no se puede deducir que los docentes son los únicos que enseñan y el alumno es el único que aprende, ya que en el proceso tanto aprende el alumno como el docente, obviamente visto desde el paradigma de la pedagogía crítica.
Ahora bien, sí este mismo fenómeno se analiza desde la pedagogía tradicional o bancaria como diría Freire, la cuestión es diferente pues bajo esta concepción el docente es el centro del proceso por lo que el educando se convierte en una vasija que hay que llenar. Para lo cual está el docente que es el que sabe, el que planifica, el que ordena lo que el alumno y la alumna de be hacer.
Desde este paradigma no hay espacio para que el alumno pregunte, cuestione, problematice la realidad, pues su única misión es la simple memorización y repetición mecánica de conceptos de libros que no son expresión de nuestra realidad.
Mientras en el paradigma de la pedagogía crítica hay un proceso de comunicación dialógica, en la que el alumno y alumna puede interactuar con el docente en una relación horizontal bajo el paradigma tradicional la comunicación es vertical.
Según Paulo Freire, “quien forma se forma y reforma al formar y quien es formado se forma y forma al ser formado. En este sentido enseñar no es transferir conocimientos, contenidos, ni formar es la acción por la cual un sujeto creador da forma, estilo o alma a un cuerpo indeciso y adaptado. En consecuencia, continúa Freire, no hay docencia sin discencia, (Paulo Freire. Pedagogía de la autonomía. P. 25)
Es necesario comprender la docencia no como se nos ha enseñado tradicionalmente, en la solamente bastaba con extraer de un libro para luego repetirla, esto probablemente ha sido factor que determinado el descrédito de la docencia a nivel Universitario ya que la docencia por la docencia misma no tiene sentido tampoco puede conducirnos a desarrollar y enriquecer la producción de conocimiento científico. Es necesario que la docencia esté vinculada con la investigación científica, de otra manera la Universidad seguirá siendo la institución formadora de profesionistas únicamente para el mercado laboral lo cual no es su papel ni su verdadera esencia.
Por eso me parece bastante acertada la crítica que hace Raúl Rojas Soriano, en su libro formación de investigadores educativos cuando señala que la docencia:
“se lleva a cabo como una transmisión mecánica de las verdades científicas que no requieren someterse a discusión por lo que el alumno se vuelve un ser pasivo y receptivo, mientras que el profesor se convierte en la autoridad debido a sus conocimientos y experiencia, correspondiéndole la parte activa del proceso enseñanza aprendizaje. Así, el alumno repite lo que aprende sin una reflexión pues se queda con la información obtenida como algo, dado, incuestionable. No participa, en la construcción del conocimiento.” De igual manera, plantea que la práctica docente que predomina actualmente se orienta sólo al manejo de los resultados que han obtenido otras personas en su actividad científica. Es, pues, una práctica muerta que se resiste a ser enterrada. (Raúl Rojas Soriano. Formación de investigadores educativos.
P. 24 y 25).
No hay duda que el ejercicio de la docencia requiere mucha dedicación, entrega, pasión, amor al saber. Por eso quienes se dediquen a esta noble labor deben estar dispuestos a profundizar cada día en la esencia de los fenómenos, ya que de esa manera se está innovando y construyendo nuevo cocimiento para la formación del estudiante. Pues la razón de ser de la docencia son los estudiantes; no los contenidos de la asignatura. Tampoco se debe interpretar como que el docente se dedique a otra cosa y descuide el desarrollo los contenidos, tampoco es así. Lo que aquí se pretende plantear es que los sujetos más importantes dentro del proceso de enseñanza aprendizaje son los estudiantes, pues sólo en relación con los estudiantes el docente puede existir. Entonces el principio esencial de la relación alumno maestro es la docencia.
En este contexto el docente no puede limitar su actividad a transferir conocimientos y vigilar el cumplimiento de los contenidos desarrollados. El docente debe enseñar Cómo interrogar, Cómo argumentar, Cómo demostrar, debe enseñar a buscar nuevas respuestas que den origen a nuevas preguntas.
Lamentablemente sostiene José Iván Bedoya que la forma de enseñanza actual:
“se enseña no para pensar, para ayudar a pensar, sino para evitar pensar, sólo para recibir informaciones, para recoger datos o conocimientos elaborados por otros, sin exigir, para que se dé la esta reopción, el esfuerzo de pensarlos, de reflexionarlos ( en el sentido de volver sobre ellos para examinar su contenido o estructura, o de volver sobre sí mismo para analizar qué es lo que está haciéndole alumno o cómo está procediendo al actuar como discente” ( José Iván Bedoya M. Pedagogía. ¿Enseñar a pensar?. P. 83.)

Aunque parezca trillado y probablemente suene hasta necio pero hay que decirlo sin temor y con toda nuestra fuerza que una de las limitaciones que más daño están haciendo a la docencia universitaria es la insuficiente preparación pedagógica, de sus docentes enseñamos como nos enseñaron cuando éramos estudiantes y creemos tan firmemente en ese paradigma que nos resulta hoy en día abandonarlo por otros que nos puedan dar mejores resultados. Pero como dice el dicho popular “el hábito se vuelve ley” y esto es lo que ha pasado nos hemos acomodado, pero también la institución tiene mucha responsabilidad al no haber capacitado a su personal docente para orientar su práctica pedagógica a un mejor sitial que el que tenemos hoy. Los docentes deben estar en una permanente reflexión sobre su propia práctica docente para irla actualizando y poniendo en correspondencia con los momentos históricos que vinen las sociedades.
Hay que destacar que enseñar y educar en sociedades como las latinoamericanas desgarradas por la miseria, el hambre, la falta de oportunidades , la violencia y los gobiernos tiranos que prevalecen aún en pleno siglo XXI; el profesional no puede asumir una actitud indiferente, acomodaticia, pues tiene ante sí una realidad que lo golpea sin clemencia, que lo arrastra a vivir una situación miserable y como tal padece las injusticias que se producen como resultado de la desmedida concentración de la riqueza. En este sentido le cabe asumir un compromiso y una opción por aquellos sectores que son duramente golpeados por las iniquidades del sistema. En consecuencia, el papel del docente debe ser el de un profesional conciente que denuncia y anuncia algo nuevo para su pueblo.
Cuando el 28 de diciembre de 1959, la Facultad de Pedagogía de la Universidad de San Tiago de Cuba, entregó al Dr. Ernesto Guevara de la Cerna, el “doctorado Honoris causa” en esa ocasión se formuló una interrogante ¿Qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es patrimonio de nadie pues pertenece al pueblo. . . porque para llegar al pueblo hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que quiere, qué es lo que necesita y que es lo que siente el pueblo ( Google. com. discurso pronunciado por Che Guevara al recibir el Doctorado Honoris causa en 1959).
En este mismo orden Salvador Allende en un discurso pronunciado en la Universidad de Guadalajara México decía “ es necesario que los estudiantes de medicina carguen aunque sea algunos metros el fardo que los campesinos llevan a cuesta muchos kilómetros para que comprendan plenamente por qué y de qué se enferman nuestros campesinos, así como los trabajadores en general que son los que constituyen la mayoría de la población del país” ( Salvador Allende citado por Raúl Rojas Soriano en Crisis de la salud y práctica Médica. P. 154)






por lo tanto la docencia el mucho menos el docente




De igual manera, es necesario que” los que se comuniquen erradiquen todo prejuicio o rol de superioridad” (Marisela Rodríguez Rebustillo, Eduardo Moltó Gil et all. Formación de conocimientos científicos en los estudiantes. P. 2.) Ya que la teoría critica de la educación así lo demanda en tanto que debe haber una relación horizontal en la que el docente aprende del alumno y el alumno aprende del docente, con lo que estaríamos superando la concepción tradicional de la educación en la que el docente es el depositario de la cultura y el conocimiento y el alumno el recipiente en el que hay que vaciar la información.
En este mismo orden los mismos autores sostienen que” en el caso del proceso de enseñanza aprendizaje, el afecto real entre el profesor y los estudiantes y la valoración que estos hacen de sus profesores, son esenciales en el sentido que una asignatura tiene para ellos. Esto influye notablemente en el aprendizaje de los conocimiento, instrumentaciones, actitudes y valores que se pretenden formar en los estudiantes” (Ibíd.).
Tomando como base las consideraciones anteriores, expondré una experiencia que me parece muy alentadora en términos de que sí lo pretendemos es mejorar la calidad de la educación no simplemente debemos de partir solo de actualizar los contenidos de la curricula universitaria, más bien debemos de mejorar la calidad de relación de los docentes con los alumnos y alumnas.
El dominio del contenido es importantísimo y tiene que ser tratado con todo el rigor científico, sin embargo, si no hay una plena disposición para el aprendizaje por parte del alumno, nuestras clases pueden resultar las más brillantes, pero tendríamos pocos resultados satisfactorios.
El primer reto que me propongo cuando inicio con un grupo nuevo es ganarme su confianza, no regalando nada, pero sí exigiendo trabajo, eso sí con respeto, con cariño, compresión. Haciéndolos sentir que son personas y que son importantes, que en ellos se cifran las esperanzas de este país cuando sean profesionales, por eso deben formarse con disciplina, esfuerzo y perseverancia.
Otro elemento importante es que el docente no se dedique solamente a dictar sus clases, es necesario conversar con ellos contarles algunas anécdotas que estén relacionadas con su vida y su proceso de formación. Por ejemplo, durante los dos ciclos que he trabajado con los jóvenes de economía hemos reflexionado sobre la casa en llamas, una anécdota muy interesante en la que analizamos la indiferencia de los jóvenes de hoy en día ante la situación que vive el país, otra fue el carpintero en la que se plantea la calidad con que construyan su propia casa así será la calidad con que vivarán en el futuro. Sí bien es cierto son metáforas pero que sirven para estimular el aprendizaje con esmero, esfuerzo y dedicación. El buen docente no debe de olvidar de que vivimos en una sociedad asediada permanentemente por la publicidad alienada y alienante, la cual genera distorsión de su realidad, un sistema educativo que no contribuye a desalienar a los jóvenes sino por el contrario promueve la incultura y la falta de toma de conciencia. Por eso el desafío más grande que tienen los docentes universitarios independientemente de su profesión es orientarlos correctamente hacia la formación de verdaderos ciudadanos y luego a que sean excelentes profesionales.
No obstante, si juzgamos el trabajo docente por lo que vemos, oímos y observamos cabe decir con mucha franqueza que la mayoría de docentes se dedican a medir el conocimiento, fenómeno que está haciendo excesivo daño al profesional que egresa de la Universidad. Pues no existe preocupación del docente por formar valores en los alumnos y alumnas. Hemos caído en una concepción pragmática de la educación y estamos respondiendo únicamente a la lógica que impone la globalización neoliberal. A preparar mano de obra calificada para que se incorporen al mercado laboral, pero sin que este ciudadano profesional se le haya desarrollado la sensibilidad social, mucho menos los sentimientos de solidaridad para con los más pobres de los pobres de este país.
Nos hemos olvidado de aquella sentencia expresada por aquel pensador Hindú Vivekanenda citado por el Rector Serbelio Navarrete “Mientras vivan millones de pobres en el hambre y la ignorancia, a todo aquél que haya recibido educación a sus expensas le consideraré como un traidor si no se preocupa por ellos” (Ibíd. P. 24). Pero para cumplir cabalmente con el oficio de docente universitario se requiere además de las características de ser un buen planificador, tener rigor científico y dominador del contenido debe estar dispuesto también a transformarse en una aprendiz, es decir, a aceptar con humildad que él al igual que el alumno y la alumna están aprendiendo, aunque desde luego en un nivel diferente.
En este mismo orden se pronuncia Paulo Freire en torno a esta situación cuando dice
“mi intención en este texto es mostrar que la tarea del docente, que también es aprendiz, es placentera y a la vez exigente. Exige seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es una tarea que requiere, de quién se compromete con ella, un gusto especial de querer bien, no solo a los otros sino al propio proceso que ella implica. . . es preciso continua diciendo Freire atreverse en el sentido pleno de esta palabra hablar de amor sin temor de ser llamado blandengue, o meloso, acientífico si es que no anticientífico” (Paulo Freire. op.citp. P.8)

En consecuencia, hacer docencia implica una buena dosis de humildad, es decir, aceptar que lo poco que sabemos es casi nada en relación con lo que tenemos que aprender cada día, partiendo también del vertiginoso avance de la ciencia y la tecnología, por esa razón debemos ser muy comedidos con nuestros planteamientos cuando estamos exponiendo una clase, no aparecer ante los alumnos y alumnas como que somos lo sabelotodo, ya que deja en el ambiente una estela de negatividad para nosotros los docentes. Es preferible que sea el alumno o la alumna las que comenten de lo bien que trabaja x o y docente. Pero también esa actitud debe ser sincera y no superficial.
Por eso es importante retomar las enseñanzas del gran filósofo griego. Sócrates. Cuando el Oráculo de Delfos le dieron el calificativo del más sabio de Grecia porque de todos los ciudadanos más influyentes de esa época fue el único que aceptó que no sabía nada, de ahí la gran frase que se escribió para la eternidad “yo solo se que nada sé”. Con ello estaba aceptando sus propias limitaciones.
“Humildad no significa de ningún modo falta de respeto hacia nosotros mismos, ánimo acomodaticio o cobardía. Al contrario, humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás (Ibid. P. 60)


Como se puede ver estos son recursos didácticos de los que el docente se puede valer para realizar su actividad docente con calidad y eficiencia. Obviamente sin abandonar el desarrollo científico de la materia, pues esos son los conocimientos que el o ella llevará para comprender y hacer la correcta lectura de la realidad. Pero también, hay que destacar que juega un papel importante los valores que el docente transmita hacia sus educandos, ya que la formación no sólo se valorará por el cúmulo de conocimientos que haya atesorado, pues es más importante los cambios operados de su comportamiento, los cuales no se pueden medir con un text de medición no obstante, sí podemos observar. Por ejemplo, para mí el mejor gesto de ese comportamiento logrado por los estudiantes es la solidaridad que ellos me expresaron los días que estuve incapacitado por motivos de un accidente, buena parte de alumnos y alumnas me visitaron en la casa, me hablaron por teléfono, me enviaban mensajes de solidaridad al celular. Estos comportamientos jamás los podremos medir a través de un examen. Sin embargo, es lamentable que la mayoría de docentes de la Universidad se dedican hacer exámenes, cuando sabemos que los exámenes por muy bien que estén estructurados nunca miden lo que los estudiantes han aprendido, y es que tenemos un concepto demasiado reducido de aprendizaje, creemos que aprender es sinónimo de repetir, pero si consultamos a un diccionario pedagógico o cualquier teoría del aprendizaje moderno nos daremos cuenta de que el aprendizaje es una construcción del sujeto que está aprendiendo desde luego guiado por un docente que posee más experiencia. Entonces ¿Cuándo podremos decir que un alumno ha aprendido? Podremos afirmar que ha aprendido cuando él o ella es capaz de elaborar, un cuestionamiento, una explicación científica sobre un determinado fenómeno de la realidad. Cuando es capaz de encontrar los nexos, relaciones internas y externas de los fenómenos.
Empero hay que mencionar que es un proceso que probablemente empieza con migo pero que continúa con los demás. Ahora bien, el problema se presenta cuando el nuevo profesor no toma en cuenta los conocimientos previos que el alumno o alumna trae de ciclos anteriores, entonces se pierde continuidad y el proceso se anula no en su totalidad pero si en buena parte.

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